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martes, 13 de noviembre de 2018

Maratón de Nueva York 2018. Parte I

El viernes por la tarde llegamos a Nueva York, y aunque la cita con el maratón no era hasta el domingo por la mañana, al verme ya allí, entre los rascacielos, paseando por Times Square, puedo decir que empecé a vivir mi sueño, que se hizo más real a la mañana siguiente, el sábado, cuando junto con otros corredores, y un miembro de la agencia con la que viajamos, hice un rodaje por Central Park. Ahí fue cuando fui totalmente consciente de estar viviendo el sueño que tanto tiempo llevaba en mi mente.
Recogiendo el dorsal
Tras el rodaje, me reuní con la familia, desayunamos, y junto con el resto de la expedición, y guiados por los miembros de la agencia, fuimos a la feria del corredor a recoger el dorsal. Primero retirada del dorsal, después te dirigías a una zona a probarte la camiseta, y una vez tenías decidida tu talla, te ibas a retirar la camiseta. Al contrario que en Berlín, en donde la zona de retirada de dorsal solo era para corredores, aquí estaba todo abierto al público. Tras retirar el dorsal y la bolsa del corredor (que solo llevaba la camiseta y la revista del maratón), dimos una vuelta por la feria del corredor, y nos hicimos algunas fotos, pero la verdad, es que estuvimos el tiempo justo, y es que puestos a andar, preferíamos hacerlo por la ciudad que por la feria del corredor.

La salida del maratón la tenía a las 10:15, pero la agencia para evitar contratiempos, nos había citado en el hall del hotel a las 5:45, por lo que a las 5 de la madrugada ya estaba despierto, listo para vestirme y bajar a desayunar. Como siempre algo leve, un té, un zumo y una tostada, y me llevé un plátano para comérmelo antes de la carrera, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo que quedaba hasta que tomase la salida. Como es habitual cuando tengo una carrera, me desperté antes de que sonase el despertador.
Rodaje por Central Park
En autobús nos dirigimos hasta la salida en el puente Verrazano, la verdad es que iba bastante tranquilo, sentado junto a la ventana y observando el paisaje. Tras un importante atasco a la entrada del puente, llegamos a nuestro destino, con algo más de dos horas de margen. Tocaba pasar el arco de control, estilo al de los aeropuertos, a partir de ese punto solo puedes llevar bolsas transparentes, nada de mochila, pero como ya íbamos avisados, no hubo ningún problema. Después de esto, nos separamos y yo me quedé con uno de los miembros de la agencia que iba a correr su cuarto maratón de Nueva York, y con otro corredor de Zaragoza. Tocaba dejar pasar el tiempo hasta que llegase nuestra hora de entrar en el cajón, y lo hicimos charlando tranquilamente, y recibiendo los últimos consejos de José, el miembro de la agencia. Otra cosa que nos habían avisado es que fuésemos abrigados ya que en noviembre y en esa zona hace bastante frío. La ropa, mejor que fuese vieja ya que nos desprenderíamos de ella allí, dejándolas en unos contenedores que la organización ponía para luego recoger y donar esa ropa. La estampa de los más de 50.000 corredores allí esperando, era de lo más curiosa, ya que había gente en chándal, vaqueros, jersey, incluso en pijama o con mantas y edredones, por supuesto había excepciones de alguno que en vez de llevar ropa vieja, llevaba un cortaviento de New Balance que vendían en la feria del corredor al módico precio de 130 $.

La salida se hace en tres oleadas, azul, naranja (en la que yo iba), y verde, y cada oleada tenía distintos cajones divididos por letras. Los cajones están en una explanada a unos 500 metros de la línea de salida, y lo que hace la organización es llamar a los de la primera oleada, dan un margen de tiempo, cierran los cajones y los guiaban hasta la línea de salida, una vez tomaba la salida la primera oleada abrían los cajones para la segunda oleada, la mía, y repetían la misma operación, y lo mismo para la tercera.
Listos para subir al autobús
Entré en el cajón y me despojé de la ropa de abrigo, de todo, menos de un poncho de plástico que llevé hasta el puente Verrazano. Allí, antes de la salida sonó el himno americano, y aunque no es el tuyo, eso te pone los pelos de punta, y tras ello, cañonazo de salida, y a correr!!, con solo una idea en mente, disfrutar lo máximo posible, y para ello, el psoas, que llevaba unos días dándome tregua, debería de seguir así.



La salida ya es un espectáculo para la vista, desde el puente de Verrazano-Narrows, había unas vistas increíbles, a nuestra izquierda se levantaba el skyline de Manhattan, también se veía New Jersey, y la isla de la Libertad, donde se encuentra la estatua de la Libertad. Una vista que llevó a muchos corredores a parar para hacerse fotos. Decir que la oleada azul y naranja hacíamos el puente por la parte de arriba, mientras que la verde lo hacía por la parte de abajo, y que cada una hacíamos un recorrido diferente, hasta la milla 8 (kilómetro 12,88 aproximadamente), donde nos juntábamos las tres oleadas. La salida, además de ser un espectáculo para la vista, es dura, ya que empiezas subiendo, hasta que entiendo que sería sobre la mitad del puente, empiezas a bajar. Tras recorrer el puente, dejamos atrás Staten Island, y entramos en Brookyn, dejando atrás el silencio de la salida, y comenzando la animación de la gente. 

La salida, con la subida del puente la hice tranquila, a un ritmo de 6 min/km, en parte por la subida y en parte por ser precavido, ya que el psoas cuando más me molestaba era en las subidas, así que me puse un ritmo tranquilo, que además me permitía disfrutar de las vistas. En la bajada ya apreté algo más el ritmo, pero sin volverme loco.
Altimetría Maratón Nueva York
Según nos íbamos adentrando en Brooklyn, la gente animando a ambos lados de la calle va aumentando, el sonido de los gritos de ánimo va subiendo en decibelios, y se empiezan a ver banderas de diferentes países, también te encuentras gente repartiendo plátanos a las puertas de las fruterías, momento que aproveché para coger uno y comérmelo, ya que hacía demasiadas horas desde que había desayunado. Una cosa curiosa, es que también había personas con rollos de cocina, para darte un pliego y que te limpiases el sudor.

Otra cosa que abunda en el Maratón de Nueva York son los avituallamientos, casi cada milla (1,6 km), por lo que si te saltas uno, no pasa nada, al poco tienes otro. Además los avituallamientos se sitúan a ambos lados de la calle, siendo las primeras mesas de bebida isotónica (con más sales que la europea, por lo tanto más fuerte para el estómago, por lo que solo lo tomé en el primer avituallamiento), y agua en las siguientes mesas.
En pleno maratón. Foto: Marathon Foto
El maratón de Nueva York está medido en millas, 26,2 millas, y cada milla está marcada a lo largo del recorrido, pero también están marcados los kilómetros, en este caso no todos, sino que los marcan cada 5 kilómetros. Y casi sin darme cuenta me encontraba en el kilómetro 5, con un tiempo de 27´23”, a un ritmo de 5:29 min/km. No tenía pensado un ritmo de salida, ni siquiera me marqué un ritmo en el Garmin, así que no me pareció mal ritmo, aunque la verdad, esperaba ir más lento.

A pesar del río que separa Brooklyn de Manhattan, no se notaba humedad, y tampoco hacía calor como para sudar en exceso, aún así quise ser previsor, y en torno a los 45 minutos de carrera me tomé una pastilla de sales.

Seguíamos recorriendo las calles de Brooklyn, y seguiríamos haciéndolo casi hasta el medio maratón. Conforme nos adentrábamos más en Brooklyn las calles estaban más abarrotadas, y los ánimos a la gente crecían, y hacían que no te dieses cuenta de la larga recta que estábamos pasando, desde la milla 4 (6,44 km aproximadamente), hasta pasado el kilómetro 10.

Por el kilómetro 10, pasé con un tiempo de 55´05”, a un ritmo de 5:31 min/km, y haciendo ese tramo del 5 al 10 a un ritmo de 5:32 min/km. 
Recorrido Maratón de Nueva York
A partir de ese momento el público a ambos lados iba a más, los gritos de ánimo empezaban a ser ensordecedores, hubo un tramo que coincidí con un corredor al lado, que llevaba su nombre en la parte delantera de la camiseta, y a su paso no dejaban de gritar “Johnny, Johnny”, “Go, go Johnny”, la calle además se hizo más estrecha, y los corredores de las tres oleadas nos agrupamos ya en uno, por lo que todo ello unido, era como en las etapas de montaña del tour o la vuelta a España. Hasta ese momento mi idea era disfrutar e intentar, a ser posible bajar de las cuatro horas, pero en ese momento decidí que me daba igual hacer más o menos tiempo, quería disfrutar aún más la experiencia, por lo que bajé el ritmo.

En ese tramo, en uno de los avituallamientos, me tomé el primer paquete de gomínolas, y al poco pasé por el kilómetro 15, con un tiempo de 1h 23´38”, a un ritmo de 5:35 min/km, pero lo más importante, y donde se nota la bajada de ritmo que os indicaba antes, es que ese tramo del 10 al 15 lo hice a un ritmo de 5:43 min/km.
Posando a la cámara. Foto: Marathon Foto
Desde ese punto, hasta el medio maratón, que se encontraba en el puente que une Brooklyn y Queens, Pulaski Bridge, tuvimos distintos escenarios. Un primer escenario de poco más de una milla, en el que el público seguía agolpado a ambos lados de la calle, hasta que entramos en Williamsburg, el barrio judío, en ese momento el público desapareció, las pocas personas que había por la calle, paseaban ajenos completamente a los corredores, éramos como dos mundos diferentes, por un lado los corredores del maratón y por otro los habitantes del barrio, cada grupo en su burbuja, era todo muy curioso. Salimos del barrio judío, y el escenario fue distinto, volvía la gente, no al nivel de público que había antes del barrio judío, pero ambos lados de la calzada volvían a tener público y ánimos hacia los corredores. Y el último escenario se produjo cuando encaramos el segundo de los puentes del día, para dejar atrás Brooklyn y entrar en Queens, de nuevo el público desapareció, y por el puente solo estábamos los corredores, los voluntarios de la carrera, y la señal que nos indicaba que habíamos llegado al medio maratón.

El medio maratón lo pasé en 1h 58´54”, a un ritmo de 5:38 min/km, haciendo el tramo del kilómetro 15 al 21,097 a un ritmo de 5:47 min/km. A esas alturas de carrera, y con el tiempo que llevaba, tenía muy poco margen para bajar de las cuatro horas, pero me daba igual, estaba disfrutando muchísimo de correr el Maratón de Nueva York, y llevando un ritmo, que me permitía apreciar muchos detalles, que si hubiese ido pendiente del crono, no los habría disfrutado o visto.

Puedes leer la segunda parte pinchando aquí.

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