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jueves, 15 de noviembre de 2018

Maratón de Nueva York 2018. Parte II

Puedes leer la primera parte pinchando aquí.

Pasado el medio maratón descendíamos el puente Pulaski (es increíble las inclinaciones que tenían todos los puentes que cruzamos), y entrabamos en Queens, distrito en el que apenas haríamos 2 kilómetros, pero donde estaba previsto que estuviese mi mujer para vernos... pero no nos vimos, lo que supuso un pequeño bajón. Esos momentos en los que te encuentras en carrera con la familia suponen un enorme subidón, y en este caso fue al revés, ya que me quedé un poco desilusionado por no vernos, al igual que mi mujer, por llevar mucho tiempo esperando que pasase, y tener que irse de ese punto sin verme, y sobre todo sin hacer el chequeo, y más en esta ocasión que iba con la duda del psoas. 
Recorriendo los últimos kilómetros: Imagen: Marathon Foto
De Queens salimos a Manhattan por el puente de Queensboro, posiblemente uno de los momentos más duros del maratón. De nuevo empezamos el puente subiendo, es un puente de dos plantas, y nosotros lo hicimos por la planta baja, por lo que es cerrado, salvo por las aberturas que hay en los lados. En este punto pasas de la animación de la gente, a no ver a nadie, solo estamos los corredores, pasas a un silencio sepulcral donde solo se escuchan la pisadas, la respiración, y algún que otro suspiro, además es un puente largo, ya que entramos más o menos en la milla 15, y salimos pasada la milla 16, por lo que haces cerca de dos kilómetros en esa situación. En mi caso se me hizo muy pesado ese puente, y eso que al principio del puente, y por la abertura lateral de mi izquierda tenía una bonita vista de Manhattan, donde podía apreciar mi edificio preferido de Nueva York, el Edificio Chrysler.

En el puente Queensboro estaba situado el kilómetro 25, por el que pasé en un tiempo de 2h 22´20”, a un ritmo de 5:42 min/km, haciendo el tramo desde el medio maratón hasta ese punto a un ritmo de 6 min/km, sin duda en esos kilómetros, noté el tramo en el que fui pendiente de buscar a mi mujer, y también el tramo del puente Queensboro.
Colocando la bandera que me había dado mi hijo. Imagen: Marathon Foto
Y llegamos a uno de los momentos más impresionantes del maratón, cuando abandonas el puente, entras en Manhattan y encaras la 1ª avenida, en ese momento pasas del silencio absoluto del puente a una larga recta de unas 3,5 millas (5,6 kilómetros aproximadamente), repleta de gente a ambos lados de la calle, no había ni un solo centímetro libre, y no solo eso, es que había zonas donde la gente se agolpaba en dos filas, veías banderas de todos los países, público que sostenía un palo con la cara impresa a tamaño grande del corredor al que iban a animar, españoles ondeando la bandera de España, y animándote con gritos de “vamos España”, niños y mayores chocándote la mano… También en esa avenida había un punto de animación que había puesto la agencia con la que viajé, que al saludarles y reconocerme, rompieron en gritos de ánimo, suponiendo esto un buen impulso. Es difícil explicar con palabras lo que es correr ese tramo de carrera, transmitir todo lo que sientes en esa larga recta, el positivismo que te invade, la alegría que tienes en cada poro de tu cuerpo, es algo que hay que vivirlo, disfrutarlo, es algo que hace que tu sueño, tenga un sabor muy dulce. 

En esa recta de la 1ª avenida, cuando aún quedaría como una milla para acabarla, se encontraba el kilómetro 30, en ese momento llevaba ya 2h 50´53” de carrera, y se me había pasado volando. El ritmo de la carrera era de 5:42 min/km, y el tramo entre el kilómetro 25 y el 30 lo había hecho a un ritmo de 5:43 min/km.

Al final de la 1ª avenida empezamos a atravesar el puente de Willis Avenue, abandonando de esta forma Manhattan, y entrando en el Bronx, donde al igual que en Queens, nuestro paso fue testimonial, ya que apenas haríamos una milla y media por dicho distrito. En este tramo de carrera por el Bronx, la aglomeración de público bajó respecto al de la 1ª avenida, lo cual no quiere decir que nos viésemos los corredores solos, porque eso, a lo largo del maratón, solo pasó en los pasos por los puentes y en el barrio judío. 
Tras cruzar la línea de meta. Imagen: Marathon Foto
Tras la breve visita por el Bronx volvimos a Manhattan pasando el quinto y último puente de la carrera, el puente de la Avenida Madison, ya en la milla 21 (33,8 kilómetros aproximadamente), un pequeño puente, pero que como todos los anteriores, te recibía con una subida. 

Ya en Manhattan, encaramos la 5ª avenida, que nos llevaría hasta Central Park, pero para ello teníamos que recorrer una larga recta de tres millas, por la que según avanzábamos se iban produciendo dos cambios, el primero es que el público volvía a amontonarse a los dos lados de la avenida, aumentando en su número según nos acercábamos a la milla 24 (38,65 kilómetros aproximadamente), que era la milla en la que más o menos entrabamos a Central Park, el segundo cambio fue que según avanzábamos pasamos de una ligera subida, (estilo la Castellana en Madrid), a una subida bastante pronunciada de más de una milla. 

Pero antes de empezar esa dura subida, paso por el kilómetro 35, que hice en un tiempo de 3h 21´19”, a un ritmo de 5:45 min/km. A esas alturas la fatiga ya se empezaba a notar, las piernas pesaban y el ritmo descendió bastante, haciendo el tramo del 30 al 35 a un ritmo de 6:05 min/km.

Esta zona de la 5ª avenida, de nuevo el público te ponía los pelos de punta, ni un centímetro libre, zonas hasta con dos filas de personas animando, banderas de diferentes países, gritos de ánimos, sin duda una buena inyección en un momento en el que la carrera se ponía cuesta arriba, literalmente.
Posando con la medalla finisher. Imagen: Marathon Foto
Como os he ido comentando, el público no faltó a lo largo del maratón, salvo en zonas puntuales que os he comentado, pero hubo tres zonas, una en Brooklyn, cerca del barrio judío, otra la 1ª avenida, y por último la 5ª avenida, donde a mí, personalmente me emocionó la cantidad de público que había, y cómo animaban y jaleaban a los corredores, creo que en mi vida viviré una animación igual.

Y llegando casi a Central Park, estaba el segundo punto en el que mi mujer iba a ir a verme, en esta ocasión tenemos que dar las gracias a unas personas, que al verla con el niño, les dejaron pasar de segunda fila a primera, y gracias a este gesto, en este punto sí pudimos vernos. Me fui hacía ellos le di un beso y una abrazo a cada uno de ellos, el peque me dio la bandera de España para que entrase en meta con ella, le choque la mano, y seguí mi camino a meta, con un tremendo subidón, que hacía falta porque los kilómetros y la subida de la 5ª avenida se estaba agarrando a las piernas.

Entramos en Central Park, por primera vez, y nos encontramos con un terreno de sube y baja, hasta ese momento había corrido sin molestias, no había tenido que preocuparme del psoas, solo de disfrutar, pero todo no iba a ser bueno, y en esa zona de toboganes el psoas me dio un primer aviso, pero a esas alturas ya no me preocupaba, apenas quedaban poco más de tres kilómetros a meta, y si hacía falta los haría andando. En otra de las subidas de Central Park, me dio el segundo aviso, y este me lo tomé más en serio, así que la bajada y la subida siguiente las hice andando, no era momento de arriesgar.


Y andando pasé por el punto que anunciaba el kilómetro 40, en un tiempo de 3h 52´05”, a un ritmo de 5:48 min/km, haciendo los 5 últimos kilómetros a un ritmo de 6:09 min/km, que teniendo en cuenta la subida de la 5ª avenida, la parada a saludar a la familia, y el tramo que hice andando, no está del todo mal.

Salimos de Central Park, volviendo a salir a la 5ª avenida, para girar a la derecha en la calle 59, con el Hotel Plaza como espectador de lujo, un hotel que hemos podido ver en películas como “Solo en casa 2”, o en “Cocodrilo Dundee”.

Íbamos a recorrer la calle 59 desde la 5ª avenida hasta Columbus Circle, donde giraríamos a la derecha para volver a entrar en Central Park, ese tramo de calle fue el que aproveché para atarme la bandera al cuello. Desde que me la había dado mi hijo la llevaba doblada y cogida en la cintura con el portadorsal, en ese tramo la saqué, la desdoblé y me la até al cuello a modo de capa, y de esa forma entré por segunda vez en Central Park. 

Encaramos la recta de meta, que no es del todo recta, y que para variar acababa en subida, y empecé con mi ritual de bajar el ritmo, aplaudir al público (aunque esto lo hice en muchos tramos de la carrera), mirar y señalar al cielo para dar las gracias a mi abuela, y levantar las manos mostrando los dedos de los maratones que llevo, en este caso ya eran siete.



El tiempo final en meta fue de 4h 05´59”, a un ritmo de 5:50 min/km, pero eso era lo de menos, lo importante es que había hecho el Maratón de Nueva York, había cruzado la meta de Central Park, lo cual hice muy emocionado, ya que había vivido y disfrutado de mi sueño, un sueño que unos días antes parecía convertirse en pesadilla por culpa del psoas, pero todo eso ya era historia, lo había logrado y no pude evitar romper a llorar.

Del maratón solo puedo hablar maravillas, una organización espectacular, a la altura de las expectativas, los voluntarios increíbles tanto en carrera como después de cruzar la meta, donde no paran de sonreírte y darte la enhorabuena, y el público, sin duda el mejor, apoyo infinito, y sin palabras como te tratan cuando te ven por la calle con la medalla, como se acercan a darte la enhorabuena, darte la mano o incluso abrazarte, ya me lo habían comentado, pero vivirlo es completamente diferente.
El maratón en números
Si tengo que poner pegas, es el tiempo que tienes que pasar en el puente Verrazano hasta que tomas la salida, que en mi caso fue de algo más de dos horas, y otra pega es que una vez que acabas, hasta que por fin puedes salir de Central Park, recorres cerca de un kilómetro, y  una vez sales recorres casi otro kilómetro de la 8ª avenida hasta que se acaban las vallas y puedes ver a tu familia. Por lo demás, como he dicho, un maratón que sobrepasa las expectativas que uno puede tener, y que sin duda tiene bien ganado el ser un major.

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