Son
muchas las ocasiones en las que he escuchado o leído la frase "esos locos que corren", y es que vivimos
en una sociedad en la que en cuanto alguien se sale de la norma, o es un
rarito, o es un loco. Son muchos los que hacen monólogos o dan su toque de
humor con frases sobre los locos de running, o los hay que nos llaman imbéciles,
como ya comenté en la entrada Si yo soy imbécil por correr, ¿usted qué es?. Por
mi parte debo reconocer que cuanto más tiempo pasa, más orgulloso estoy de
estar en ese club de locos que corren.
Ya
lo he contado en otras ocasiones, yo empecé a correr para desestresarme, era
eso o comprarme un saco de boxeo con la cara de mi jefe, y como no soy una
persona violenta, opté por la opción menos agresiva. Desde entonces me he dado
cuenta que los locos no estamos bien vistos, en mi caso intento salir a correr
por zonas poco transitadas tanto por coches como por peatones, pero aun así
siempre tienes algún contratiempo, corres por un parque y te topas con un perro
suelto que se te abalanza y su dueño en vez de pedirte perdón te dice “las
nueve de la noche no es hora de correr”, una mujer que pasea al perro con una
correa de tres metros ocupando toda la acera y te dice “por la acera no se
corre, vete a un parque”, un grupo de tres peatones hablando en paralelo que
cuando te cruzas con ellos no hacen nada para dejarte pasar obligándote a bajar
a la calzada, coches que aceleran para no dejarte pasar por el paso de peatones
y cuyo conductor, a pesar de no tener razón, te insulta, o personas, en general
mayores, que se quejan al paso de una carrera de que se corte la calle un
domingo a las nueve de la mañana. Como esas muchas más, e imagino que cada uno
de los que me leéis podríais añadir unas cuantas.
Imagen ironkai.wordpress.com |
Lo
bonito de este club de locos es la variedad, es un club sin límite de edad, sin
discriminación por sexo, raza o religión, todos tenemos en común la misma
locura, pero con síntomas diferentes, y es que te puedes encontrar locos que disfrutan
corriendo a primeras horas de la mañana, o los que se lanzan a la calle a
última hora del día, los hay que no salen a correr sin música y los que
prefieren la paz del silencio, a unos les gusta la lluvia, y a otros el viento,
unos prefieren correr con calor y otros prefieren el frío, unos practican el
barefoot y otros llevan el último modelo de zapatillas, los hay que llevan la
equipación completa del runner y los que salen a correr con lo primero que
pillan por casa, los hay que adoran la montaña, y otros que son más de ciudad,
unos corren cinco kilómetros y otros hacen ultras, pero al final, todos ellos formamos
ese club de locos que corren.
La
locura del corredor, es una locura sana, sin competitividad hacia otros, y eso es lo que menos entienden los
cuerdos. La competencia es contigo mismo, con tus límites, con tus retos, no se
trata de ganar a nadie, y eso, los cuerdos no lo entienden, la sociedad desde
pequeños nos dice que o eres ganador o eres perdedor, siempre hay que ganar,
todo es una competencia, por eso nos llaman locos, porque no entienden que nos
apuntemos a las carreras sin la ambición de ganarla, porque no entienden que
nos sintamos plenos con nuestra medalla de finisher al cuello, que nos hagamos esa
foto para el recuerdo mordiendo la medalla como si fuésemos Rafa Nadal. Los
cuerdos eso no lo entienden, ellos solo piensan que es una medalla que se la
dan a cualquiera que acabe la carrera, y que la verdadera medalla, la que
realmente vale es la del ganador, los cuerdos nunca entenderán hechos como el
que vimos en la carrera Madrid corre por Madrid 2016, donde el ganador esperó a
que llegase el último corredor para regalarle su trofeo. Los cuerdos no
entienden eso, no se dan cuenta que lo bonito es competir contigo mismo, de
demostrarte que puedes superar unos límites que creías inalcanzables, de ver
que la distancia a la que tanto temías la has conquistado, es tu triunfo, no
has ganado la carrera, pero sí has ganado a la carrera.
En
mi caso esta locura me ha llevado a disfrutar como cuando era un niño pequeño y
preparaba la ropa para el partido de fútbol del día siguiente, ahora disfruto
del hecho de ir a recoger el dorsal, de llegar a casa y preparar la ropa que
usaré en la carrera. De pequeño llegaba al campo, y ya con los nervios a flor
de piel me cambiaba y calentaba, y esos nervios me acompañaban hasta el pitido
inicial, ahora a mis cuarenta y tres años me pongo nervioso como cuando era un
niño, llego al lugar de inicio de la carrera, me cambio, caliento, me coloco y espero
a que den el pistoletazo de salida para perder mis nervios con las primeras
zancadas. Y ¿qué decir de la sensación cuando cruzas la meta?, de pequeño esa
sensación era la del final del partido, pero claro eso solo se daba cuando
ganabas, si perdías… ahora no, ahora cada meta cruzada es un logro, es un
triunfo, da igual la distancia de la carrera, da igual el tiempo hecho, somos
unos locos que disfrutamos del simple hecho de cruzar la meta, en ese momento
de nuevo los síntomas de la locura son muy dispares, puedes ver como unos
levantan los brazos, otros miran al cielo, otros se abrazan a su compañero,
pero todos disfrutamos de ese momento, estamos rodeados de otros corredores,
pero en ese momento estamos solos, en muchos casos, disfrutando como cuando éramos
niños, y eso los cuerdos no lo entienden.
Somos
un club de locos porque acudimos a quedadas para correr con otros locos que
hemos conocido por las redes sociales, somos locos porque hacemos viajes para
participar en carreras, y en ese punto me considero uno de los más locos por
irme hasta San Francisco para participar en un Maratón. Somos locos porque
después de una dura jornada de trabajo llegamos a casa y en lugar de tirarnos
en el sofá, nos ponemos las zapatillas y salimos a correr, somos locos porque
después de toda la semana madrugando para ir a trabajar, el domingo madrugamos
aún más para ir a una carrera, somos locos porque disfrutamos corriendo solos,
pensando, meditando o simplemente corriendo con la mente en blanco. Somos locos
porque hacemos ejercicio, pero después no despreciamos una cerveza o una
hamburguesa.
Nuestra
locura llega hasta tal punto, que una vez cruzada la línea de meta, aún cansado
por el esfuerzo, ya estamos pensando en cual será nuestra próxima carrera,
nuestro próximo objetivo, y apenas unas horas después ya estamos apuntados a la
siguiente carrera, porque los cuerdos no lo entienden, pero es una locura que
nos hace sentir vivos.
Todos
seguro que conocemos a muchos que se creían cuerdos, que hablaban de los locos
que corren, que no entendían porque corrían, que incluso se atrevían a
criticarnos, hasta que un día, por cualquier motivo, probaron a correr y se
contagiaron de esta locura.
La
verdad, es que si lo meditamos bien, es muy probable que sí, que seamos unos locos
que corren, pero sobre ello solo puedo decir que ¡bendita locura!
* Esta
entrada está basada en el poema de Marciano Durán “Esos locos que corren”, aquí
os dejo el vídeo con la narración, es largo, pero merece la pena escucharlo y
sentirte identificado.
¡Grandísima entrada Manu!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Javier. ¡Seguro que te sientes identificado!
EliminarUn saludo.
!!!Estamos todos Locos!!!
ResponderEliminaragradable lectura con una sonrisa en la boca.
un saludo
Muchas gracias Roberto, me alegro que te haya gustado y que haya puesto una sonrisa en tu boca.
EliminarQue bueno estar tan locos.
Saludos.