Puedes
leer la primera parte pinchando aquí.
A
partir del PK25 reduje en exceso el ritmo, y si antes había pecado de valiente,
ahora empezaba a pecar de conservador, ya que empecé a hacer kilómetros a seis
minutos, y las sensaciones no eran como para haber bajado tanto el ritmo. En el
PK26 teníamos un nuevo avituallamiento, donde cogí un vaso de bebida isotónica, una
botella de agua, a la cual le di varios sorbos, y parte me eché en el cuello, y
en la cabeza, y me tomé un nuevo gel. A esas alturas el calor ya empezaba a
notarse bastante, y había que hidratrarse más de lo habitual.
Imagen Marathon Foto |
Tras
una corta, pero intensa bajada, empezaríamos a correr casi en paralelo al río Manzanares,
llegando hasta el Estadio Vicente Calderón, donde tras cruzar el puente,
hacíamos un giro de 360 grados, para ir en paralelo al río, pero en la otra
dirección. Pasado el puente, poco después del PK32, nuevo avituallamiento, en
este caso de agua, donde me tomé el último gel (aunque llevaba uno más), y donde
aproveché de nuevo para refrescarme e hidratarme, de nuevo más de lo habitual.
El calor como os he venido comentando hacía que me hidratase más de lo
habitual, y esto supuso, que por primera vez desde que hago carreras populares,
me tuviese que salir de la carrera por necesidades fisiológicas, y lo que por
un lado iba a suponer un alivio, por otro lado supuso una calamidad, ya que las
piernas tras el parón se me agarrotaron, y era como si se hubiesen convertido
en dos bloques de cemento, y lo que es peor, el isquio izquierdo, que como ya
os comenté me empezó a molestar a principios de semana, volvió a molestarme, para no
abandonarme en todo lo que quedaba de recorrido, que además era bastante duro,
y es que antes del PK34 empezábamos una subida, que salvo por algunos pequeños
tramos, no nos daría un respiro hasta pasado el PK40.
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Ya
solo quedaba el último empujón, poco más de cinco kilómetros de subida, y luego
terreno cómodo y llegada a meta en El Retiro, pero no iba bien, las piernas
seguían muy pesadas, las notaba muy duras, me costaba la vida dar una zancada,
además el pinchazo del isquio no daba tregua, y para colmo, mentalmente tampoco
era capaz de animarme, cada vez estaba más cerca de la meta, pero la sentía
cada vez más lejos.
Cuando entramos de nuevo en el Paseo del Prado aún nos quedaban cinco kilómetros, pero el hecho de volver a pasar por la zona en la que habíamos tomado la salida fue la inyección de moral que necesitaba, las piernas iban como iban y poco podía hacer, pero mentalmente me supuso un gran alivio. Dejé atrás el Paseo del Prado y el Paseo de Recoletos, encaré la subida de la Calle Goya, recordando cómo unas semanas atrás volaba en ese tramo en la Carrera contra el Cáncer, y giramos a la izquierda para encarar la subida de la Calle Velázquez, me encontraba entre el PK39 y el PK40, y no pude más, el isquio me molestaba muchísimo, era un pinchazo constante, y por primera vez desde que hago carreras populares, me tuve que poner a andar. Por el PK40 pasé en 3h 57´37”, a un ritmo de 5:57 min/km, haciendo el último tramo de cinco kilómetros, entre el PK35 y el PK40 a 6:45 min/km.
Cuando entramos de nuevo en el Paseo del Prado aún nos quedaban cinco kilómetros, pero el hecho de volver a pasar por la zona en la que habíamos tomado la salida fue la inyección de moral que necesitaba, las piernas iban como iban y poco podía hacer, pero mentalmente me supuso un gran alivio. Dejé atrás el Paseo del Prado y el Paseo de Recoletos, encaré la subida de la Calle Goya, recordando cómo unas semanas atrás volaba en ese tramo en la Carrera contra el Cáncer, y giramos a la izquierda para encarar la subida de la Calle Velázquez, me encontraba entre el PK39 y el PK40, y no pude más, el isquio me molestaba muchísimo, era un pinchazo constante, y por primera vez desde que hago carreras populares, me tuve que poner a andar. Por el PK40 pasé en 3h 57´37”, a un ritmo de 5:57 min/km, haciendo el último tramo de cinco kilómetros, entre el PK35 y el PK40 a 6:45 min/km.
El tramo de subida de la Calle Velázquez, el tramo de subida de la Calle Ortega y Gasset, y el principio del tramo de
la Calle Príncipe de Vergara los hice alternando carrera y andar, aunque siendo
sinceros más andando que corriendo, hasta que junto al PK41, un hombre me animo
diciéndome “venga que te queda solo un kilómetro, el último esfuerzo”, esto
junto con el hecho de tener El Retiro ya a la vista, hizo que me pusiese de
nuevo a correr, o mejor dicho a trotar, ya hasta la línea de meta.
Entrando
en El Retiro levanté los brazos, ya estaba hecho, con ese ritmo de trote me fui
comiendo los últimos cientos de metros que me separaban de cruzar una nueva
línea de meta, la de mi cuarto Maratón, posiblemente en el que peor lo he
pasado de todos, lo cual no dejaba de ser una mayor satisfacción el poder
vencerlo. Las piernas cada vez estaban más duras, el isquio lo notaba tan tenso
que parecía que se iba a romper por donde sentía el pinchazo, pero yo en lo
único que pensaba es que había conseguido mi reto de hacer dos Maratones en dos
meses, y levantaba los brazos al cielo marcando cuatro dedos. El tiempo final
fue de 4h 12´40”, a un ritmo de 6:00 min/km, pero eso poco me importaba, lo
importante es que tenía otro Maratón más.
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De
la organización decir que esperaba algo más, algún detalle especial con los
corredores, ya que se trataba de la 40 edición y de estrenar la etiqueta Oro,
pero no ha sido así, nada más allá de la camiseta conmemorativa y la medalla. Y
respecto al tema de los avituallamientos, invitaría a los organizadores a que
se diesen una vuelta por el Maratón de Sevilla, y que tomasen nota de cómo los
hacen allí.
Como
resumen, decir que había 13.500 corredores inscritos al Maratón, el ganador
masculino fue Bonsa Dida, con un tiempo de 2h 10´16”, y en mujeres Elizabeth
Rumokol, con un tiempo de 2h 33´55”. En lo personal mi puesto fue el 6.238 de
los 10.035 participantes que acabaron el Maratón, en la categoría de hombres
quedé el 5.795 de 8.812, y en mi categoría por edad y sexo el 1.421 de 2.061.
Para
terminar, gracias por los mensajes de apoyo, por las felicitaciones, y como
siempre, mi mayor agradecimiento para mi mujer, que ha aguantado 22 semanas de
entrenamientos, y que se ha recorrido andando, junto con el carrito del peque, dos ciudades para verme en distintos puntos y animarme. Ella me dice que admira
mi fuerza de voluntad, pero os aseguro, que sin ella, sin su aliento, sería
mucho más difícil conseguir muchas de las cosas que consigo, por mucha fuerza
de voluntad que tenga.
Desglose de tiempos |