Cuando preparo los planes de entrenamiento, la
última semana de entrenamientos es siempre una semana de transición entre el
último entrenamiento y la prueba a realizar. En esa semana suelo hacer un par
de salidas cortas a un ritmo muy tranquilo, suelo comer bastante pasta para
rellenar las reservas de glucógeno, e intento descansar todo lo que puedo para llegar lo mejor posible al día de la prueba.
En esta ocasión no ha sido así, se ha torcido por
completo casi desde el primer día. El tiempo en Madrid dio un cambio radical y las
temperaturas bajaron casi 15 grados, por otro lado el pequeñajo el lunes empezó
a toser, y eso es como tener una bomba de relojería en casa, sabes que en
cualquier momento va a estallar, y así fue… el martes yo aún me encontraba bien
y pude salir a correr, pero ahí ya empecé a notar que no estaba bien, hice poco
más de 5 km y a un ritmo de casi
6 min/km, y no notaba las piernas como debía. Luego ya en casa tuve la segunda
prueba, soy de comer bien y más después de un entrenamiento y en cambio esa
noche tuve que forzarme para comer. La última prueba ya fue la noche, en la que
tuve bastantes escalofríos, señal ya inequívoca de que estaba incubando algo.
Mi temperatura habitual suele estar por debajo de
los 36 grados, por lo que si rondo los 37 grados ya no me encuentro nada bien,
y desde el miércoles la temperatura no bajó de 37 grados, además de la fiebre,
el resfriado vino acompañado de tos, picor de garganta y mucosidad, además de
perdida de apetito. Malos compañeros de viaje para una semana que debería de
haber sido tranquila.
El viernes tenía la esperanza de que ya lo
hubiese superado, pero no era así, y tomando el AVE las sensaciones no eran
mejores, es más podía decirse que me encontraba peor, los que además del blog
seguís la cuenta de Instagram pudisteis comprobar por la foto que os compartí que mi cara se reflejaba que estaba lejos
de mi mejor momento.
La primera noche en Córdoba fue el remate final,
tras ir de la estación del AVE al hotel, hacer el check in y dejar las cosas en
la habitación, salimos a dar una vuelta y cenar. La temperatura era de 16, muy
agradable, pero para mí era como si hubiese 10 grados menos, tenía mucho frío y
no me apetecía nada, “discutí” con mi mujer porque ella con toda lógica quería
forzarme a cenar y a mi no me llevaba nada el estómago, y para colmo el
pequeñajo vomitó, y el pobre se puso perdido. Volvimos al hotel sin cenar,
agotado, con mucho frío y con el pequeñajo súper manchado, me puse el
termómetro y llegó la peor noticia 37,7 grados de temperatura, en ese momento
no pude más y rompí a llorar, me sentía totalmente impotente, había preparado
la prueba y habíamos preparado el viaje con mucha ilusión y todo estaba
saliendo mal.
Eran las diez de la noche del viernes, quedaban
36 horas para la salida del Medio Maratón de Córdoba, y en esos momentos tomar
la salida empezaba a ser un sueño casi imposible, no digamos ya pensar en
recorrer los 21.097 metros del Medio Maratón.
Creo que como corredores todos tenemos miedo a
lesiones musculares o de ligamentos o incluso óseas, pero sabemos que es algo
que va junto con nuestra afición y que están ahí y que pueden hacernos parar un
tiempo, pero no sé vosotros, yo no estaba preparado para que una gripe me
fastidiase algo que durante tantas semanas y con tanta ilusión había entrenado.
Verme tan cerca de la salida y a la vez tan lejos me hizo sentir tanta
impotencia que las lágrimas fueron lo único que consiguieron calmarme.
Mi mesita de noche en el hotel parecía una
botica, y por suerte algo de efecto hicieron los medicamentos, el sábado aunque
aún me sentía mal, por lo menos la fiebre se movió siempre dentro de los
36 grados, aunque cuando me acosté el termómetro aún marcaba 36,7 grados. Por
suerte una nueva toma de medicamentos y el descanso de la noche del domingo
bajaron del todo la temperatura, a dos horas de la salida del Medio Maratón la
temperatura era de 35,8 grados, ¡cuatro días después por fin volvía a mi
temperatura habitual!
Lo que 36 horas antes parecía un sueño, se iba a
convertir en un realidad, ahora solo faltaba por ver si era capaz de cumplir
con los 21.097 metros del Medio Maratón, en
la línea de salida mientras calentaba no lo veía del todo claro, los estragos
de la fiebre eran evidentes en mis piernas.
Aunque ya contaré esta semana todo lo que me ha
parecido el Medio Maratón de Córdoba, organización, recorrido, y como me fue a
lo largo de los 21.097 metros , por si no lo habéis
visto en Facebook, Instagram o Twitter, (lo siento Google + no sé porque no me
termina de funcionar en el móvil), comentaros que crucé la meta en un tiempo de
1:54:41, lejos del 1:45:00 que yo buscaba pero teniendo en cuenta las
circunstancias, creo que mejor imposible.