jueves, 22 de noviembre de 2018

Conclusiones tras mi séptimo maratón

Todos tenemos sueños, unos son más factibles de cumplirse que otros, y a veces aunque nuestros sueños se cumplan, no quiere decir que el resultado final sea exactamente como lo habíamos soñado, en ciertas ocasiones nuestros sueños hechos realidad no cumplen las expectativas que teníamos, o incluso puede que ese sueño se convierta en pesadilla. El Maraton de Nueva York era un sueño que tenía desde hace años, por momentos, según se acercaba el día de tomar la salida en el puente Verrazano, el sueño empezaba a tomar visos de pesadilla, pero finalmente no fue así, fue un sueño hecho realidad, un sueño que cumplió con creces todas las expectativas.

Tras correr el Maratón de Berlín, y tras unos días de descanso, solo tenía seis semanas para el Maratón de Nueva York, y para esas seis semanas tenía muy claro que no podía bajar la intensidad, si no quería sufrir el día del Maratón más de lo necesario, por lo que mantuve el plan inicial de preparar el maratón con el mismo plan que hice para el maratón de Valencia, pero en este caso, el día del maratón no iría a por todas, no buscaba intentar hacer MMP, la idea era correr ese día con un ritmo más calmado, y de esta forma poder disfrutar aún más de la carrera. La conclusión es que después de Berlín me costó mantener la intensidad, aunque fui capaz de mantenerla, y que mereció la pena hacerlo, pero mantener esa intensidad después de las semanas que llevaba, sin dar casi descanso a los músculos, a punto estuvo de costarme no correr el maratón.

La verdad es que todo iba según lo planeado, incluso el test que hice en el Medio Maratón de Logroño salió mejor de lo esperado, buen ritmo y además con muy buenas sensaciones, pero de repente, a dos semanas del maratón, la cosa se torció, y empezaron las molestias del psoas. ¿El motivo?, no sé si mantener la intensidad después de Berlín, o la mayor carga de kilómetros de este año, o el no haber descansado de correr este verano, o pasar de hacer muchos kilómetros en llano para Berlín, a hacer más cuestas para Nueva York, o hacer menos trabajo de fortalecimiento y de core, o menos masajes con el foam roller, o puede que la mezcla de todo. Es difícil sacar una conclusión clara, aunque intentaré aprender de ello.

La mejor conclusión que puedo sacar de esas molestias, es que es importante no tirar la toalla, trece días antes del maratón solo fui capaz de hacer cuatro kilómetros, las molestias eran grandes, y diez días antes estaba desolado, hundido, solo mi mujer sabe lo mal que lo pasé esos días. Llegado a ese punto de hundimiento, tenía dos cosas claras, si seguían las molestias no tomaría la salida, no estaba dispuesto a pasar un calvario de 42,195 kilómetros, la otra es que trabajaría lo que fuese necesario para verme en la línea de salida del maratón. Con masajes de foam roller, estiramientos y calor seco en la zona, pude ir ganándole la partida a las molestias, y verme en la línea de salida del maratón sin ninguna molestia, con dudas de si a lo largo de la carrera me molestaría, pero con mucha fuerza mental, por como habían transcurridos los días.

A pesar de que las dos últimas semanas, por el psoas, tuve que cambiar las sesiones que tenía previstas, el trabajo ya estaba hecho, por lo que el día del maratón estaba más que confiado en que si todo salía bien, llegaba de sobra, y más teniendo en cuenta que mi ritmo en carrera iba a ser menor que el ritmo al que había entrenado, por lo que mentalmente eso también supuso un plus, y eso en un maratón es importante, ya que llega un momento que tira más la cabeza que las piernas, y si no que me lo digan a mí en Berlín.

Para este maratón no he innovado nada en temas de suplementación, seguí tomando el recuperador tras las sesiones de fondo y series, pastillas de sales antes de los entrenamientos, y llevé pastillas para el día del maratón, tomándome una antes de la salida, y otra en torno a los 45 minutos de carrera. También he seguido con la suplementación con las gominolas en lugar de los geles, no le encuentro mucha diferencia de unos a otros, pero como en Berlín me fueron bien, decidí no cambiar. Hay una cosa que no cambié, y que tal vez debería haber intentado hacer de otra forma, y fue el desayuno, yo estoy habituado a desayunar poco, pero claro, normalmente no pasan muchas horas desde el desayuno a la hora que tomo la salida (dos horas y media como mucho), pero en Nueva York, pasaron cinco horas desde el desayuno hasta la salida, por lo que a pesar de desayunar, y de tomar un plátano unas dos horas antes de la salida, tuve una enorme sensación de estómago vacío durante la carrera, y cuando me tomé la pastilla de sales noté que no me caía muy bien en el estómago.
Respecto a lo que supone correr en Nueva York, es sin duda la mejor experiencia que he tenido como corredor, y es que corriendo allí, no te sientes un simple corredor popular. Hasta ahora Valencia había sido mi mejor experiencia en ese sentido, y parecía imposible de superar, pero la manera en cómo viven el Maratón en Nueva York no tiene comparación con ninguna otra ciudad en la que haya corrido hasta ahora. Y no solo la carrera, también la post carrera, cuando has acabado y llevas tu medalla, la manera en que te felicitan, se acercan a hablar contigo, te dan la mano, o incluso te abrazan, como he dicho antes, hacen que no te sientas un simple corredor popular. 

Mentalmente, correr en Nueva York es fácil, ya que el público te lleva en volandas, pero por el contrario, se hace muy duro cuando te encuentras en los puentes, corriendo solo, sin animación, sin el ruido de la gente jaleándote, y en este sentido el puente de Queensboro es el mejor reflejo de ello, que duro se hace ese tramo del maratón, y a ello hay que sumarle que es muy largo, y pasas mucho tiempo recorriéndolo. Los puentes, además, no solo son duros por esa falta de animación, también porque cada puente te recibía con un desnivel importante, se agarraban mucho a las piernas, y a lo largo del maratón son cinco los puentes que se cruzan. De los cinco puentes, destaca por su desnivel y longitud el puente de Verrazano, y por su longitud y silencio el puente de Queensboro, los dos son duros, solo que el primero es recién tomada la salida y las vistas son increíbles, y el segundo ya te pilla con 25 kilómetros en las piernas y aunque hay buenas vistas, al ser techado te sientes un poco enclaustrado.

Y ahora toca hacer balance de los objetivos que me propuse para el maratón:

1.- Cruzar la meta de Central Park: Lo logré.
2.- Sufrir lo menos posible y que el psoas no me molestase: Posiblemente ha sido uno de los maratones que menos he sufrido, y en ello ha sido fundamental preparar el maratón para un ritmo, y hacerlo a un ritmo más lento, y también ayudó que el psoas, salvo en Central Park, ya cerca del kilómetro 40, no dio ninguna molestia.
3.- Disfrutar lo máximo posible: Decir que disfruté de los 42.195 metros del maratón puede que sea mucho, pero sin duda disfruté casi de cada zancada, del ambiente, del público, del recorrido, de la meta… en definitiva disfruté viviendo un sueño.
4.- Bajar de 4 horas: En este caso en la balanza pesó más disfrutar del maratón que ir a bajar de 4 horas, me fui seis minutos por encima de las 4 horas, pero a cambio disfruté mucho más.

Y ahora, después de haber hecho dos majors en poco más de mes y medio, creo que toca descansar un poco de la distancia, en mente tenía correr el Maratón de Madrid, pero eso supondría ponerme a prepararlo en un par de meses, y prefiero tomarme un tiempo más tranquilo, recuperar bien el psoas, descansar mentalmente, hacer distancias menores, que suponen menos estrés, y si tengo suerte en el sorteo de dorsales, hacer el año que viene Chicago, y sino, pues hacer otras cosas que tengo en mente.

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