lunes, 21 de octubre de 2019

Maratón de Chicago 2019. Parte I

El viernes a las 15 horas, ya estábamos en Chicago, que nos recibió con una temperatura fresquita, y algo de lluvia. Tras ir al hotel, y dejar las maletas, salimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel, para ir descubriendo un poco la ciudad, y sobre todo, estirar las piernas tras las nueve horas de vuelo. 

El sábado amanecimos temprano, efecto del jet lag, el cual quería mantener hasta el día siguiente, ya que teniendo la salida del maratón para las siete y media de la mañana, me tocaría levantarme en torno a las cinco. Tras desayunar en el hotel, nos reunimos con el grupo de la agencia, que nos acompañaría a la feria del corredor a retirar el dorsal. 

 
Para acudir hasta la feria del corredor, la organización había dispuesto varios puntos en la ciudad, donde coger un autobús que te llevaba hasta la feria, eran los típicos autobuses amarillos, de los escolares, que tantas veces hemos visto en las películas. Esto me recordó a cuando hice el Maratón de San Francisco, ya que la organización en ese maratón hizo lo mismo. 

Ya en la feria del corredor, al entrar pasas por un punto donde una persona te pide la confirmación del dorsal que te han mandado por mail, y un documento oficial con foto, que demuestre que eres el corredor dueño de ese dorsal, y tras pasar el código QR por la tablet que tienen, te muestran los datos que le salen, les confirmas que son correctos, y te dicen el número de stand en el que recoger el dorsal. Vas al stand indicado, donde ya tienen listo tu dorsal, y tras mostrar el pasaporte, te lo dan, y te indican donde retirar la bolsa del corredor, con tu camiseta, publicidad, y alguna muestra gratuita. Tras ello, dimos una vuelta por la feria del corredor, a mi parecer más pequeña que la de Berlín y Nueva York, y bastante parecida a la de Madrid, por tamaño, y por que se celebraba en un pabellón estilo a los de IFEMA. Allí, en uno de los stands, te daban una pegatina para que indicases tu marca deseada en el maratón, y aunque iba con la idea de 3h 45´, en la pegatina fui algo más osado y puse 3h 43´30”, que era la marca que tendría que hacer, según el test del Medio Maratón de Valladolid. 

 
Ya de vuelta en el hotel, decidimos dar un paseo por Millenium Park, que estaba justo enfrente del hotel, y ahí cometimos un fallo, la idea es que fuese un día tranquilo, de no andar mucho, pero en el parque vimos un cartel que indicaba 15 minutos al Navy Pier, así que pensamos ir andando tranquilamente y comer allí, pero los 15 minutos, no sé como estaban medidos, ya que el paseo fue de bastante más tiempo, y luego quedaba la vuelta, así que al final terminamos andando bastante más de lo que queríamos. 

Como os he indicado antes, la salida del maratón la tenía para las 7:30, y la agencia nos había citado en el hall del hotel a las 6:15, por lo que a las 5 de la madrugada ya estaba despierto, me vestí, y bajé a desayunar tranquilamente. En el desayuno como es habitual algo suave, un té, un yogurt, una tostada, y me cogí un plátano, para comerlo antes de la salida del maratón. 



Andando nos dirigimos hacía la salida, y a la entrada del parque nos dividimos para irnos cada uno a nuestra puerta de acceso siendo yo el único que tenía el cajón E, por lo que ya en solitario me dirigí a pasar el control de entrada, que no es como el de Nueva York, donde pasabas por un arco como el de los aeropuertos, pero sí que te pasaban un detector de metales, y en caso de llevar bolsa para el ropero, la revisaban, eso sí, a partir de ahí solo podías llevar la bolsa transparente del ropero que te daba la organización. 

La salida se hace en tres oleadas, roja (en la que yo iba), azul, y naranja, y cada oleada tenía distintos cajones divididos por letras. 

Poco antes de las siete ya estaba en mi cajón el E, en ese momento me encontraba más tranquilo, llevaba varios días bastante nervioso, pero el verme ya tan cerca del momento de la salida, me relajó bastante. Tras sonar el himno americano, llegó el momento de que diesen el pistoletazo de salida. 

 
De salida, intenté no dejarme llevar por la emoción del momento, a eso me ayudó que salíamos con una ligera subida, que no me pilló de sorpresa, ya que el día anterior habíamos estado por la zona de la salida y ya la había visto. Poco después nos adentramos en un largo túnel, en el que ya vi una imagen típica en los maratones, y es ver a una persona andando desde el primer kilómetro, solo pude pensar “que largo se le va a hacer el maratón”. 

Tras salir del túnel, de 650 metros, nos encontramos ante un puente, por el que cruzaríamos por primera vez el río Chicago. Estos puentes se levantan para dejar pasar el tráfico marino, por lo que el suelo no es de hormigón, sino que es de rejilla abierta. La organización había puesto sobre ellos alfombras, pero aún así, al pisar, se notaba la rejilla, siendo algo incómodo. 

Y tras el puente, nos vimos rodeados por la inmensidad de los rascacielos, y el público que a ambos lados se agolpaba animando al paso de los corredores, y en ese momento, me di cuenta que el GPS se había vuelto loco, tras marcarme el primer kilómetro en 5:22 min/km, algo razonable, empezó a no dejar de pitar, le había marcado ritmo rápido 5:10 min/km y ritmo lento 5:25 min/km, y lo mismo me pitaba por ir a un ritmo superior a 7 min/km, que me pitaba por que iba a menos de 4 min/km, sin duda, el largo túnel y los rascacielos, estaban haciendo que no tomase bien las distancias. En ese momento decidí olvidarme un poco del reloj, y centrarme en disfrutar del momento, corriendo entre rascacielos y con el apoyo de la gente. 

 
Pasamos por el primer avituallamiento (estaban situados más o menos cada dos millas, algo más de tres kilómetros), los voluntarios se situaban a ambos lados de las calles, primero con vasos de bebida isotónica, y luego con vasos de agua. En este primer avituallamiento tomé un vaso de bebida isotónica, pero apenas un par de sorbos, ya que tienen más sales que la bebida isotónica de España, y es más fuerte para el estómago. 

En ese punto estábamos serpenteando alrededor del río Chicago, ya habíamos pasado en dos ocasiones por los puentes que lo cruzan, y aún nos quedaba una tercera antes del kilómetro 5. Seguíamos entre rascacielos y con la gente animando a ambos lados de la calle, con los famosos cencerros que ya conocí en Nueva York, y con banderas de diferentes países. 

 
Pasada la milla 2, primer punto en el que estaban mi mujer y el peque animando bandera de España en mano, y un poco más adelante, me sorprendo ante el grito de un espectador de “Vamos A mis 40”, es lo que tienen las redes sociales, que estás corriendo a miles de kilómetros de tu país, pero alguien te anima por tu nick, y es que el espectador era español, nos conocemos virtualmente por instagram, y había ido a Chicago junto un grupo de corredores. 

El maratón de Chicago está medido en millas, 26,2 millas, marcando cada milla a lo largo del recorrido, respecto a los kilómetros están marcados cada 5 kilómetros, y aparte podías ver de vez en cuando algún kilómetro salteado, que no era múltiplo de 5. Llegados al PK5, miré el reloj, marcaba 26´25”, a un ritmo de 5:17 min/km, para haber corrido sin GPS, había logrado estar dentro del ritmo marcado. Para que os hagáis una idea del desfase que llevaba en el GPS, el kilómetro 5 me lo había marcado en 23´57”, a un ritmo de 4:47 min/km, es decir llevaba un desfase de casi dos minutos y medio, en solo 5 kilómetros. 

Con el desayuno, me tomé una pastilla de sales, y aunque a pesar del río Chicago, y del lago Michigan, no se notaba humedad, además de que por lo fresquito de la mañana, no estaba sudando, decidí ser previsor y a los 45 minutos, me tomé otra pastilla de sales. 



En este tramo del maratón, nos dirigimos hacia el norte, entrando en una zona de edificios más bajos, hasta que a la altura de la milla 5 (más o menos kilómetro 8), giramos a la derecha, y empezamos a correr en paralelo al lago Michigan, sin ningún edificio alrededor, y empezando a notar por primera vez desde que tomamos la salida, el viento, que en este punto nos venía de lateral. 

Durante estos kilómetros, fui comprobando el ritmo que me marcaba el GPS, pero seguía sin fiarme, y no me guiaba mucho por lo que me iba marcando. Por el kilómetro 10, pasé con un tiempo de 52´32”, a un ritmo de 5:15 min/km, haciendo ese tramo del 5 al 10 en 26´07”. El GPS seguía con un importante margen de error, ya que me marcó el kilómetro 10 en 49´07”, siendo ya la diferencia de casi tres minutos y medio. 

 
Después de tomar la referencia del kilómetro 10, decidí olvidarme del GPS, no tenía sentido fijarme, ya que el desfase iba en aumento, así que empecé a correr por sensaciones, para ello debía intentar no dejarme llevar y poner un ritmo alto, ni ser muy comedido y que el ritmo fuese muy lento, así que decidí abstraerme de todo, centrarme solo en correr, y en mantener un ritmo constante, más o menos parecido al que había llevado a este ese momento, y es que no estaba dispuesto a tirar semanas de entrenamiento, por culpa del GPS. 

Aún hicimos más de una milla junto al lago, y sin ningún tipo de resguardo, en ese momento giramos a la izquierda, y cerca de la milla 8 (12,8 km aproximadamente) volvimos a girar a la izquierda, corriendo ahora hacia el sur, y de nuevo al resguardo de los edificios. 

Poco antes del kilómetro 15 me tomé el primer paquete de gominolas. Tenía la nariz muy taponada, y solo podía respirar por la boca, en los avituallamientos no daban botellas si no vasos, y eso complicaba comerme las cuatro gominolas y beber agua, a la vez de mantener la respiración, sin duda fue un sufrimiento. A todo esto, decir que el agua que daban en los avituallamientos estaba helada, y con el fresquito que hacía, no apetecía nada, aparte del miedo que me daba que me cortase el estómago, como ya me pasó en el Maratón de SanFrancisco. 

El paso por el kilómetro 15 fue en 1h 18´40”, a un ritmo de 5:15 min/km, haciendo el parcial en 26´08”, calcando prácticamente el tiempo del anterior parcial. 

 
Seguimos dirigiéndonos hacia el sur, en dirección al río Chicago, corriendo por barrios de edificios más bajos, donde de vez en cuando el viento se dejaba sentir, una zona en la que el público volvía a situarse a ambos lados de la calle, después de haber hecho todos los kilómetros en paralelo al lago, prácticamente sin animación. En este tramo, volvían las banderas, la animación, y una cosa que ya vi en el maratón de Nueva York, espectadores dando plátanos, agua y papel de cocina para secarte el sudor, aunque en mi caso no me hacía falta, ya que la fresca temperatura, hacía que prácticamente no fuese sudando. 

Antes de cruzar el río Chicago por cuarta vez, pasamos por el PK20, en ese momento llevaba 1h 44´39”, a un ritmo de 5:14 min/km, haciendo el parcial en 25´59”, seguía centrado en mi ritmo, y de nuevo veía que iba haciendo los parciales a un ritmo muy parecido. 

El medio maratón se encontraba situado tras cruzar, por cuarta vez, el río Chicago, y lo pasé en 1h 50´17”, a un ritmo de 5:14 min/km. A esas alturas de carrera, mejorar mi marca de Valencia (3h 49´30”), salvo hecatombe, lo tenía en la mano, la meta que me había puesto de 3h 45´, también era bastante factible, y empezaba a pensar que el tiempo de 3h 43´30” que había marcado en la feria del corredor podía ser factible.

Puedes leer la segunda parte pinchando aquí.

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